jueves, 29 de febrero de 2024

Poesía Finales del Siglo XIX e Inicios del siglo XX: Generación Decapitada

 Referentes y sus Obras

Medardo Ángel Silva (1898-1919)

ecuatoriano-Tungurahua

El Alma en los Labios

A mi amada Cuando de nuestro amor la llama apasionada 
dentro tu pecho amante contemple ya extinguida, 
ya que solo por ti la vida me es amada, 
el día en que me faltes, me arrancaré la vida. 

Porque mi pensamiento, lleno de este cariño, 
que en una hora feliz me hiciera esclavo tuyo. 
Lejos de tus pupilas es triste como un niño 
que se duerme, soñando en tu acento de arrullo. 

Para envolverte en besos quisiera ser el viento 
y quisiera ser todo lo que tu mano toca; 
ser tu sonrisa, ser hasta tu mismo aliento 
para poder estar más cerca de tu boca. 

Vivo de tu palabra y eternamente espero 
llamarte mía como quien espera un tesoro. 
lejos de ti comprendo lo mucho que te quiero 
y, besando tus cartas, ingenuamente lloro. 

Perdona que no tenga palabras con que pueda 
decirte la inefable pasión que me devora; 
para expresar mi amor solamente me queda 
rasgarme el pecho, Amada, y en tus manos de seda 
¡dejar mi palpitante corazón que te adora!

Arturo Borja (1892-1912)

ecuatoriano-Pichincha

Vas Lacrimae

La pena… La melancolía… 
La tarde siniestra y sombría… 
La lluvia implacable y sin fin… 
La pena… La melancolía… 
La vida tan gris y tan ruin. 
¡La vida, la vida, la vida! 
La negra miseria escondida 
royéndonos sin compasión 
y la pobre juventud perdida 
que ha perdido hasta su corazón. 
¿Por qué tengo, Señor, esta pena 
siendo tan joven como soy? 
Ya cumplí lo que tu ley ordena: 
hasta lo que no tengo, lo doy…

Ernesto Noboa y Caamaño (1891-1927)

ecuatoriano-Guayas

De Aquel Amor Lejano

Ibas sobre la nave como una 
sentimental princesa desterrada 
que lamentase, triste y olvidada, 
la volubilidad de la fortuna. 

Con nostalgia de amor en la mirada 
y palores cromáticos de luna, 
pasabas largas horas en alguna 
divagación romántica y alada. 

Y a la luz del crepúsculo en derrota, 
evocabas quizá la primavera 
de nuestro amor ¡tan dulce y tan remota! 

Y tu recuerdo ¡oh pálida viajera! 
Se perdió, con la última gaviota 
que llegó sollozando a mi ribera...

Humberto Fierro (1890-1929)

ecuatoriano-Pichincha

Retorno

Llegó de lejano país 
El compañero, 
Que vimos partir del país 
Un mes de Enero. 

Conversa afectuoso y está 
Encanecido, 
Al lado del piano, que está 
Dado al olvido. 

¿Por qué su sonrisa infeliz 
Al sol que muere? 
Nos calla que ha sido infeliz, 
¿Ya no nos quiere...? 
El viento deshoja el jardín 
Hoy mustio y viejo, 
Y él ve amarillear el jardín 
En el espejo.

Narrativa del siglo XIX

 Referentes y sus Obras


Juan Montalvo (1832-1889)

ecuatoriano-Tungurahua

Don Quijote de la Mancha

«Advierte, Sancho–dijo don Quijote–, que el amor ni mira respectos ni guarda términos de razón en sus discursos, y tiene la misma condición que la muerte: que así acomete los altos alcázares de los reyes como las humildes chozas de los pastores, y cuando toma entera posesión de una alma, lo primero que hace es quitarle el temor y la vergüenza». 
Parte 2, Capítulo 58

Miguel Riofrío (1819-1881)

ecuatoriano-Loja


La Enmancipada 

«Así como su obediencia era ciega e irreflexiva a la voz de los más grandes, así la imponía de su parte a los más pequeños. Obedecer al fuerte y despotizar al débil era su única regla de conducta y siempre la ejecutaba brutalmente. Cualquier respetuosa observación de parte de un inferior era vista como blasfemia y severamente castigada en los ratos de mal humor. La idea de justicia estaba borrada de todos los corazones y suplantada con unas pocas máximas creadas para sostener el prestigio de los curas. «Cuando Dios habla todo debe callar». «Los sacerdotes son una caña hueca por donde Dios trasmite sus preceptos a los hombres». «La voz del sacerdote es la voz de Dios», y otras por el mismo orden era la única moral que iba a regir en lo interior de las familias.»
Primera parte, Capítulo 2

martes, 27 de febrero de 2024

Producción Literaria de los Poetas de la Independencia

 Referentes y sus Obras


José Joaquín de Olmedo (1780-1847)

ecuatoriano-Guayas

Canción al 9 de Octubre

Coro 

Saludemos gozosos 
En armoniosos cánticos 
Esta aurora gloriosa 
Que anuncia libertad 
Libertad, libertad! 

¿Veis esa luz amable 
que raya en el oriente, 
cada vez más luciente 
en gracia celestial? 
Esa es la aurora plácida 
¡que anuncia libertad! 
Esa es la aurora plácida 
¡que anuncia libertad! 

II 

Nosotros guardaremos 
con ardor indecible 
tu fuego inextinguible 
¡oh santa Libertad! 
Como vestales vírgenes 
que sirven a tu altar, 
como vestales vírgenes 
que sirven a tu altar. 

III 

Haz que en el suelo que amas 
florezcan en todas partes 
el culto de las artes 
y el honor nacional. 
Y da con mano pródiga 
los bienes de la paz, 
y da con mano pródiga 
los bienes de la paz.

Dolores Veintimilla de Galindo (1829-1857)

ecuatoriana-Pichincha

La noche y mi dolor

El negro manto que la noche umbría 
tiende en el mundo, a descansar convida. 
Su cuerpo extiende ya en la tierra fría 
cansado el pobre y su dolor olvida. 

También el rico en su mullida cama 
duerme soñando avaro en sus riquezas; 
duerme el guerrero y en su ensueño exclama: 
—soy invencible y grandes mis proezas. 

Duerme el pastor feliz en su cabaña 
y el marino tranquilo en su bajel; 
a éste no altera la ambición ni saña;
el mar no inquieta el reposar de aquel. 

Duerme la fiera en lóbrega espesura, 
duerme el ave en las ramas guarecida, 
duerme el reptil en su morada impura, 
como el insecto en su mansión florida. 

Duerme el viento, la brisa silenciosa 
gime apenas las flores cariciando; 
todo entre sombras a la par reposa, 
aquí durmiendo, más allá soñando. 

Tú, dulce amiga, que tal vez un día 
al contemplar la luna misteriosa, 
exaltabas tu ardiente fantasía, 
derramando una lágrima amorosa, 

duermes también tranquila y descansada 
cual marino calmada la tormenta, 
así olvidando la inquietud pasada 
mientras tu amiga su dolor lamenta. 

Déjame que hoy en soledad contemple 
de mi vida las flores deshojadas; 
hoy no hay mentira que mi dolor temple, 
murieron ya mis fábulas soñadas.


Numa Pompillo Llona (1832-1907)

ecuatoriano-Guayas

Doce años después

¡Todo se ha transformado en los lugares 
que hoy recorro doliente y solitario, 
y que fueron un tiempo el escenario 
del drama de mi dicha y mis pesares! 

Del corazón los ídolos y altares
juntos cubre del tiempo ya el sudario; 
¡todo lo disipó su curso vario... 
como el viento la espuma de esos mares! 

¡Ay, en tan vasta ruina y tal mudanza, 
sólo inmóvil mi espíritu subsiste,
huérfano del amor y la esperanza! 

Y fiel a sus dulcísimas memorias, 
pensativo contempla, y mudo y triste, 
la tumba de sus sueños y sus glorias!

Julio Zaldumbide (1833-1887)

ecuatoriano-Pichincha

A mi corazón

¡Corazón! ¡Corazón! ¿Por qué suspiras? 
¿Por qué los muros de tu cárcel bates? 
Es imposible, corazón.... ¡Deliras! 
Infeliz corazón, en vano lates! 

Siempre contuve tu ímpetu violento 
desde que pude conocer el mundo; 
siempre fui sordo a tu amoroso acento, 
sin tener compasión de tu ¡ay! profundo. 

¿Sabes por qué? Tras vanas 
ilusiones (ilusiones no más, bien lo sabía) 
quisiste ir como otros corazones 
a buscar, necio... ¿qué?, lo que no había. 

A buscar el amor... amor no se halla; 
a buscar la virtud... la virtud, menos; 
por eso yo te opuse firme valla, 
y no tuviste días de horror llenos. 

Conozco el mundo y sé la red que tiende: 
su mano oculta enherbolada vira 
a cuya punta el corazón aprende 
lo que va del amor a la mentira... 

Y tú querías con ardor vehemente 
lanzarte al mundo, ciego en el engaño; 
ibas a perecer, pobre inocente, 
al filo de su arma, el desengaño... 

¡No, jamás corazón! Cese tu acento; 
calma tu afán, desecha la esperanza; 
ese bien que demanda tu lamento 
es un bien que en el mundo no se alcanza. 

¡La virtud! ¡La virtud!... es vano nombre; 
sonar la oirás en nuestra impura boca, 
pero en verdad no la conoce el hombre 
ni responde a su voz cuando la invoca. 

¡El amor! ¡El amor! Dulce consuelo, 
supremo goce de la humana vida, 
única flor que aromatiza el suelo, 
felicidad del cielo descendida... 

Mas, otra vez, oh corazón, suspiras 
y el fuerte muro de tu cárcel bates. 
¡Es imposible, corazón!... ¡Deliras! 
¡Infeliz corazón, en vano lates!

Poesía Siglo XX